Alexis Alzuru: Conspiración y devaluación

Alexis Alzuru: Conspiración y devaluación

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En mantener perturbada la mente de los venezolanos Nicolás Maduro se gasta el poco dinero que queda. Remueve las tripas del mal: exacerba la represión y el escándalo; promueve sospechas y reparte acusaciones igual que amenazas. Quiere confundir y desmoralizar a la población. Los diputados deberían estimar lo que paga por producir y poner en escena el teatro de la conspiración. Ahora bien, lo relevante no es tanto denunciar la trama corrupta que está detrás del financiamiento de esa multimillonaria campaña de comunicación que realiza en contra del país, sino de advertir su finalidad. El presidente quiere evitar que los ciudadanos vean en las parlamentarias la puerta de ingreso a una época de transformación positiva para la república. Nicolás Maduro trabaja para ampliar el mercado abstencionista. Es el recurso que le queda; él sabe que no tiene forma de eludir las parlamentarias. También admite que no está en capacidad de revertir la furia de la gente ni de parar la fuga de los militantes del PSUV.

El presidente aprendió que generando incertidumbre una mayoría decidiría de manera conservadora. En general, un elector escéptico y agobiado no arriesga; prefiere abstenerse. De lo que no se da cuenta es que su gobierno también es víctima de la incertidumbre. En una sociedad donde el jefe del Estado es quien promueve la arbitrariedad y la desconfianza nadie se compromete de buena fe. Lo menos que se puede esperar es que los individuos se apeguen al principio de reciprocidad. Que los ciudadanos actúen con los mismos razonamientos, reglas y criterios con los que el gobierno decide. Por lo cual no resulta extraño que la búsqueda del beneficio personal, el recelo y la medianía se conviertan en las guías de la acción individual y colectiva.





El presidente está atrapado en la realidad que su publicidad negra construye. Es preso de su ética; la cual está más próxima a los códigos de la mafia que a los de la moral pública. De hecho, no hace falta ser vidente para predecir que sus propuestas y reformas fracasarán. No habrá quienes inviertan en proyectos productivos; y, muy pocos colocarán sus dólares en SIMADI. Incluso, es más razonable esperar que el dólar reviente y la hiperinflación se desate, antes que suponer que la economía se estabilice.
Mientras que desde la cima del poder se ejecute una operación que destruye la convivencia no hay reformas que valgan. El presidente no se acerca a entender que el rescate de Venezuela es un asunto de reconstrucción del tejido moral y político, no de maniobras económicas. Una tarea para la cual está inhabilitado, así tenga el poder que dan las armas y la obediencia de unas instituciones que son sumisas por corruptas.

Nicolás Maduro cree que su agonizante gobierno conseguirá algún oxígeno en las parlamentarias. Supone que manteniendo en la Asamblea un equilibrio de fuerzas similar al que existe continuará en la jefatura del Estado. En su mente no existe espacio para pensar en algo que no sea retener el poder. Por eso, este año el presidente no gobernará sino que administrará un laboratorio de guerrilla comunicacional; allí se ocupará de fabricar mentiras, escándalos y artificios económicos. Se resteará por la abstención sin dejar de presionar a la maquinaria del PSUV para garantizarse los votos que salven su garganta.

Hay que impedir que el presidente se salga con la suya. Sólo una oposición confundida podría permitirlo. Sobre todo, la dirigencia que lo adversa tendría que estar demasiado empobrecida en sus ideales y en sus objetivos para no darse cuenta que es una alianza sobre el modelo de sociedad lo que puede concretar la derrota de Nicolás Maduro en las parlamentarias. Descongelar el abstencionismo es una meta que la MUD no conquistará de manera aislada; menos la conseguirá un grupo de personas o algún jefe de partido. Ese asunto exige colocar en la calle un pacto político que se exprese en el voto; que lo convierta en la única solución creíble para esta crisis.

Alexis Alzuru
@aaalzuru