Leonardo Morales P: Hipocresía gubernamental

Leonardo Morales P: Hipocresía gubernamental

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Siempre se ha dicho y es muy común en boca de economistas, que la inflación es el peor impuesto que se le puede cargar a los sectores menos favorecidos de una sociedad. Pero también podríamos juzgar a la corrupción como el mayor de los impuestos con los que se pecha el desarrollo y porvenir de una nación.

En el mundo hay serios escándalos de corrupción que están siendo enfrentados por la administración de justicia de cada país: en Panamá quien dirigió el Programa de Ayuda Nacional durante el gobierno de Mantinelli fue denunciado por un presunto peculado y corrupción en la compra de millares de quintales de arroz con un sobrecosto por alrededor de 1.7 millones de dólares; el exprimer ministro socialista portugués, muy afín a Chávez, José Sócrates, está en prisión acusado por fraude fiscal, blanqueo de dinero y corrupción. En Brasil los fiscales federales procesan a 11 ejecutivos de seis firmas de construcción, por el pago miles de millones de dólares en sobornos que se suponen fueron a parar a vinculados con el partido de Lula y la presidente Rousseff.





En Venezuela es muy común adjudicar equivocadamente estos actos a nuestra reciente democracia. Acto injusto ya que por allá en el siglo XVIII, la conocida Compañía Guipuzcoana terminó siendo un foco de corrupción que fue puesto en evidencia por el canario Juan Francisco de León. España tomó medidas enviando a las provincias de Venezuela a José de Ábalos para poner orden.

Así las cosas, los estados toman acciones para evitar que la administración pública se convierta en una cueva de ladrones, matraqueros y choros. De allí la importancia de poderes autónomos para sancionar el delito.

Lamentablemente, en Venezuela tenemos dos problemas: el primero, es que la sociedad no le asigna a la corrupción un rechazo significativo según muestran los sondeos de opinión pública. El segundo, corresponde a un Ejecutivo que concentra en sus manos la voluntad de los demás poderes.
La hipocresía es el signo de la política socialista: ley anticorrupción, ley de contrataciones públicas y otras cuya observancia quedará a discreción de los burócratas. Mientras ministros salgan de paseo con sus niñeras en los aviones de PDVSA, una joven de la nueva y alta sociedad roja aparezca supuestamente involucrada en negocios arroceros y, un presunto timador de cantinas sea investido a un cargo más alto, además de un largo etcétera, sin que se produzca una investigación pública, las leyes no serán sino letra muerta.

Por lo pronto, a la Kirchner le preparan la posibilidad de ser diputada al parlamento de Mercosur para no ser investigada por corrupción y aquí la justicia sigue al ritmo de Shakira, bruta, ciega, sordo y muda.

@leomoralesP