Pedro Castro: La inquietud de la calle

Pedro Castro: La inquietud de la calle

thumbnailpedrocastroLos ciudadanos que habitamos este espacio que otrora fue un país medianamente organizado, como resultado de ocupar el primer puesto en inflación con el índice de precios más alto del planeta, con un desabastecimiento en alimentos que está entre el 30% y el 40% y en medicinas e insumos médicos que está entre 60% y 70%, con una inseguridad personal inenarrable, un crecimiento galopante de la pobreza; estamos padeciendo situaciones de enervación que provocan cada vez más situaciones  de violencia abierta y solapada.

En nuestra vida cotidiana que transcurre entre el tráfico y las colas que son ya parte de nuestro quehacer diario, vemos como los ciudadanos se han vuelto cada vez más irascibles, ya se echa de menos el talante bromista y antiparabólico del venezolano, que ha sido sustituido por los rostros híspidos y de mal talante.

Apelando a la encuesta del IVAD del 29 de septiembre (sexta entrega), vemos allí unas cifras catastróficas, el 77,8% de la población considera que la situación del país está mala (entre regular hacia mala y muy mala). De igual manera considera el 75,1% considera que el país se mueve en la dirección equivocada, 84,1% que el país vive una crisis económica y el 81,3% que el país vive una crisis política. El desabastecimiento encabeza el primer lugar en relación con la situación social 73,5, seguido de la inseguridad con 71,6%.





Si examinamos la encuesta de la empresa DATANALISIS: DATANALISIS ÓMNIBUS NACIONAL, realizada entre el 25-9 y el 7-10, nos entramos con resultados similares, 81,6% percibe la situación del país como mala y muy mala; en relación con el modelo económico un 80,1% estima que estamos en una situación entre mala y muy mala.

Esto explica una parte del problema del incremento de la violencia, pero en nuestra opinión hacen falta otros elementos de explicación que los fríos números no pueden conseguir. Como por ejemplo, en el hecho de que se produce una mezcla extremadamente novedosa y perturbadora de la vida cotidiana de los venezolanos.

En la grave situación económica en que se encuentra el venezolano, la acción gubernamental afirma la idea de que si no se protesta no se conseguirá que le presten atención a sus reclamos, por ello cada vez más asistimos a un espacio público que se ve interrumpido por una multitud de protestas que no pueden conseguir un cauce legal, porque el propio régimen lo impide con el secuestro de las instituciones públicas a todo nivel y el rechazo de plano a tramitar la queja social si ella no está expresamente promovida por el propio oficialismo. Con lo que la sensación de estar en una sociedad cerrada es asfixiante.

Además, en las inescapables colas para comprar bienes básicos todos somos presa fácil del hurto. El ciudadano que toma el transporte colectivo se convierte en víctima y más aún si acarrea productos básicos. Si usted está atrapado en una tranca en su automóvil en cualquier vía del país usted es un candidato al atraco con altos niveles de probabilidad. Es decir, el ciudadano sabe que puede ser robado, atropellado y maltratado en cualquier acción de su vida ordinaria con toda impunidad. A esta policromía del delito habría que agregar las espeluznantes formas que ha adquirido el delito de homicidio: tortura, descuartizamiento, incineración, balazos a granel, etc., etc., etc. Todo esto contribuye al actual proceso de crispación nacional.

A esto hay que agregar el hecho terebrante de la violencia abierta que ejercen algunos colectivos “escudos de la revolución” y su desafío público y notorio a las fuerzas de seguridad del Estado. Lo que genera en toda la población un sentimiento de desprotección y desamparo, al que el propio Estado no puede dar respuesta, porque él mismo perdió el monopolio de la violencia legal y legitima.

A lo ya dicho, se agrega, un paisaje callejero totalmente esquizofrénico. Una notable presencia de cuerpos de seguridad, desde la policías municipales, policía Nacional, Policía Militar, Milicia, Guardia del Pueblo, Ejercito y un enorme etc., que no tiene nada que ver con el combate del delito desbordado en todas sus formas y maneras. Cuerpos de seguridad que nada tienen que ver con la seguridad del ciudadano. Esta falta de límites entre sistema policial y sistema delictivo también contribuye a la sensación de desamparo del ciudadano.

Nos encontramos frente a una situación inédita y dramática que nos conduce a situaciones de no fácil predicción, porque la calle se encuentra en niveles de desasosiego que ninguna fuerza política está en capacidad de calmar, y no puedo imaginarme un escenario peor.

Historiador  Economista  Profesor Titular   Dr. Pedro Vicente Castro Guillen