Pedro Castro: La larga marcha de La Unidad

Pedro Castro: La larga marcha de La Unidad

thumbnailpedrocastroLa unidad de los distintos partidos y sectores de la oposición lleva un largo y tortuoso recorrido inconcluso por una serie de razones que pretendemos exponer brevemente.

Una de las razones de fondo de las dificultades de la unidad es que la imaginamos como una unidad perfecta. Este predominio de lo imaginario de manera paradójica es ciega a la historia política reciente y a las características de las organizaciones políticas que hoy existen en Venezuela.

Durante las dos décadas siguientes al año 1958 Venezuela consolidó una democracia bipartidistas –una diarquía-, que comenzó a hacer aguas durante los años ochenta con el surgimiento de diversas organizaciones políticas que comenzaron a competir con los dos principales Partidos: AD y COPEI; y que aun cuando en solitario no podían desplazar del poder a los principales, formando una coalición, si lo lograrían como se demostró con el triunfo del “chiripero” en el año 1993, que llevó a la reelección del Dr. Rafael Caldera, lo cual fue la antesala del triunfo del presidente Chávez en el año 1998. Esto lo que significa es que la fractura de las organizaciones políticas fue tal que, si bien no desaparecieron AD y COPEI, perdieron su condición hegemónica. Lo que llevó a que, al debilitarse los partidos, fueron desplazados del centro de la política. Todo lo cual hizo que este centro fuera ocupado por “el hombre fuerte”. La política dejo de ser el ejercicio institucional de regulación de la vida pública para ser el instrumento al servicio de los intereses del “hombre fuerte”.





Este proceso de mengua de los partidos políticos, sobre todo de los dos mayoritarios, no fue sólo obra de sus errores, que cometieron muchos y gravísimos, sino además de la demolición publica, incesante e inmisericorde de los medios de comunicación, que se afincaron en el discurso de la antipolítica, así como de un grupo de notables, sectores de la sociedad que conspiraron contra las instituciones en la muy descabellada idea de que debilitado el pacto institucional, la democracia iba a aparecer por arte de magia en su manera perfecta y prístina tal como se veía reflejada en su imaginación.

De manera que los partidos, a quienes les ha correspondido llevar la carga de la oposición, han sido partidos sobrevivientes, organizaciones que se han empequeñecidos y cuya única fortaleza ha sido emprender coaliciones unitarias, con el gran fallo de que esta no es una política autogenerada sino impuesta desde fuera por la sociedad civil, es decir, una unidad a regañadientes, que por esta razón esta plena de desconfianzas mutuas y sectarismos, que impiden el accionar en común con cierta eficiencia.

Pero además, sigue predominando un no despreciable porcentaje de los seguidores de la unidad con mucha desconfianza hacia los partidos. Un porcentaje de seguidores que, queriendo ejercer un control de la unidad por la vía de la acción directa, buscan atar muy corto a los partidos. Esto, por supuesto, hace mucho más difícil el entendimiento unitario, porque siempre existe la fácil tentación de apelar a las “masas” a la hora de colocarle un interdicto a la acción de la unidad.

El otro asunto, es el que corresponde a los representantes de la unidad o a la selección de los voceros y candidatos. En esta materia lo que predomina es que hay que seleccionar aquellos que puedan –de acuerdo a un enigmático criterio- hablarle al chavismo, no a su propia población objetivo, y a partir de ahí tener la audacia de empujar un mensaje a hacia el Otro. Con lo cual estamos en la paradójica situación de que nadie quiere ocuparse de hablarle a los opositores porque hay que llegarle al chavismo, sin percatarse de que competir con el discurso del chavismo en el poder es difícil, si no imposible, porque es el discurso de “yo te voy a regalar”, como la cuña de cuando el supremo devaluó –perdón corrigió el cambio- en el 2012: “lo hacemos para darte más”, contra eso no se puede.

No se puede seguir escogiendo candidatos presidenciales que le puedan hablar al chavismo sin importar si tienen o no un mensaje para la oposición, eso es un disparate.

Y no se trata entonces de darle la razón a aquellos que han señalado que parte de nuestras dificultades es porque no hemos tenido un mensaje claro al país. Hay una enorme equivocación en pensar que el problema es que nos ha faltado un proyecto país o un programa de gobierno, o cualquier otra narrativa. En política nadie gana porque tienes proyectos arrechísimos, sino apelemos al caso del “único”: cuál es, o cuál fue, su proyecto; sus ideas. Gana porque tenía consignas claras, oportunas. Que apuntaban a los deseos y a la imaginación de las personas.

Creo que es posible construir una unidad alrededor de los partidos si los partidos deciden abandonar sus pleitos mellizales. Si la población sale de su enganche con la antipolítica y la acción directa. Y si construimos una narrativa política básica y sólida, como se hizo cuando se derrotó al régimen en el referendo del 2007. Con firmeza la oposición elaboró una campaña simple, puso a la gente a escoger entre democracia y comunismo, y la gente escogió democracia. El “supremo” cada vez que pretendió vender el comunismo salió con las tablas en la cabeza, aun dentro sus propias filas.

La unidad hay que construirla entonces bajo ciertas premisas básicas, 1) No hay unidad perfecta por las características de las organizaciones políticas en Venezuela, 2) La unidad es de los partidos y de las organizaciones políticas, querer la unidad y en paralelo buscar en la llamada sociedad civil instancias que la puedan competir es conspirar contra la propia unidad y una clara convocatoria a su fracaso, 3) hay que alinearse en apoyo a lo que la coalición unitaria decida porque ello representa nuestra posibilidad de triunfo frente al régimen, 4) también los partidos tienen que entender que no hay estrategias únicas y solitarias como el camino electoral y que esta puede ser acompañada con una sólida vocación de protesta pacífica en defensa de los derechos y reivindicaciones de los ciudadanos, porque no sólo hay que conquistar una mayoría electoral, antes para triunfar hay que ganar una mayoría política y social, 5) Que hay que elaborar un mensaje que emocione a la población, que logre compactar y movilizar a los ciudadanos. Este es un camino que puede señalarnos el cierre de la hegemonía del chavismo.

 

Historiador, Economista, Profesor Titular, Dr. Pedro Vicente Castro Guillen