Víctor Vielma Molina: Desamor y rechazo

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Los cambios de un país, giran en torno al tipo de educación que sus gobernantes impartan, a través de su actuación y el uso de su lenguaje político; aunado, por supuesto, a políticas económicas acertadas y exitosas.

Un gobernante consciente, además, de estar previamente formado antes de asumir a su cargo, enciende su luz para aprender y reaprender, crear y recrear, sin dejar de ser solidario de las causas justas y constituirse en defensor de los DDHH. Además, su disposición, como la de todo ser humano, debería ser, la de seguir formándose. Esto es, tener la capacidad simultánea, de educarse e instruirse. Puesto que la educación formativa no es, si no enseña que cada hombre es uno, en comunidad con todos. Y la aceptación de todos en comunidad con él. Este tipo de educación, deja de ser, si no reconoce al otro. El reconocimiento hacia los demás, hacia la otredad, empieza por el autorreconocimiento, sostenido mediante un lenguaje responsable, desprejuiciado e imparcial. Quien quiera vencer sus prejuicios y resentimientos, empieza por la admiración de su quehacer y de su creación, sin dejar de reconocer lo que hacen los demás, el distinto. Esto es fundamental, como método para aniquilar, a las más destructivas miserias humanas, como lo son: El chovinismo, los nacionalismos exacerbados y la discriminación.





Este tipo de gobernante, reconoce que la democracia es constitución, sistema natural de libertades y patrón de conducta cotidiana de los pueblos. Ella, no solo empieza por priorizar y defender derechos, pues privilegia, como un deber, defenderla. Ciertamente, las constituciones hablan contra la discriminación; pero, de manera general, los gobiernos irresponsables se las ingenian para romper con sus preceptos y justificar la violación de los DDHH. De esta manera, se desprende, que solo la defensa operativa y persistente de los ciudadanos, mantendrá viva la letra de la Carta Magna como ley mayor. Bajo estos precedentes se infiere, sin temor a equívocos, que las protestas de los estudiantes o, de cualquier venezolano de la actualidad, están a derecho; porque son constitucionales y acertadas.

La distinción, exclusión y restricción contra personas que tengan una posición política. O, posiciones que muestren diferentes maneras de impedir o anular el reconocimiento, que propaguen actuaciones que imposibiliten sostener el ejercicio de la progresividad y preeminencia de los DDHH, que dificulten la igualdad ostensible e imparcial de oportunidades para los habitantes de un país. Tienen que ser reducidas mediante la formación educativa, el lenguaje político responsable y la acción de la ley. Porque quien discrimina, indudablemente, atenta contra la igualdad y los derechos de personas. La Constitución, no es ropaje aparente ni justicia selectiva. Defenderla, es reconocer y autorreconocerse; además, enriquece, de manera espiritual, a los pueblos.

Los pueblos, generalmente invocan a sus fundadores y pensadores, como guías espirituales y unificadores. Estos seres humanos excepcionales que orientan, a través de su pensamiento y de la obra de sus vidas, al gentilicio de una nación, son fundamentales. Su pensamiento trasciende por generaciones. Elevan la visión, la misión y optiman, potencialmente, al conjunto de actividades de la cotidianidad política, social y económica de un país. Y lo logran, porque cohesionan y consolidan a sus pueblos. Fundamental, es no abandonarlos ni convertir a su pensamiento en una ideología o doctrina de partido. Así mismo, el proceso educativo de una nación, no puede estar de manera exclusiva, supeditada a una ideología o doctrina, en supremacía. La educación es, por sobre todo, universal y nada excluyente. Si la ideología, está por encima de la educación, además, de constituirse en una gran estafa, interviene la libertad del educando.

Los venezolanos, al igual que los seres humanos de otros países, tienen capacidades para descubrir su propia sabiduría y demostrar sus potencialidades. La talla y la envergadura de nuestros fundadores y pensadores impelen a formarse para construir e interactuar, en positivo, con el saber de otros, para crecer a la par, con las exigencias y necesidades del pueblo. Ellos instan a no caer en el escepticismo, la desconfianza y a no desconocer las ventajas, que como herramienta, dan la preparación académica y la meritocracia. Si no seguimos sus enseñanzas y no nos actualizamos con todo el desarrollo de las ciencias y las tecnologías actuales, ineludiblemente, caeremos en decadencia. Y esto será peor, si la educación carece de exigencia y, responde al dictamen de una ideología que se manifieste, como razón de vida, pensamiento único.

Este gobierno está produciendo desamor; porque se separa del deber ser y solo se ha vuelto escasez, inflación, inseguridad, incertidumbre y represión. Esto es, para decirlo en términos coloquiales, si el amante causa desamor, difícilmente podrá reconquistar el amor perdido. El pueblo venezolano se siente maltratado y ha empezado a rechazarlo. Sus actuales comentarios contra el gobierno, distan mucho de las manoseadas cadenas y de la propaganda oficialista.