Marco A. Ponce / Mikel las Heras: Protestas: entre la realidad y la ficción

Marco A. Ponce / Mikel las Heras: Protestas: entre la realidad y la ficción

La inseguridad y la violencia logran aglutinar a distintos sectores sociales para protestar

Gobierno usa propaganda, confrontación y paralelismo para desconocer los conflictos

Inseguridad y paros cívicos





Venezuela se ha convertido en unos de los países más inseguros del mundo. Cifras oficiales destacan que en 2012 se registraron 16,072 homicidios, una tasa de 56 homicidios por cada 100 mil habitantes. El Observatorio Venezolano de Violencia (OVV) registró 21.692 homicidios en el mismo periodo, con una tasa de 73 homicidios por cada 100 mil habitantes. Y en 2013 la situación no ha cambiado y la realidad es clara, los planes y políticas en materia de seguridad ciudadana son deficientes.

La inseguridad afecta a todos y todas sin distingo de colores, clase social o preferencia política y día a día crece la lista no solo de homicidios sino que también de heridos. Dada la magnitud del problema, podrían esperarse más acciones de protesta para rechazar la inseguridad y la violencia y exigir políticas efectivas a quienes dirigen el país. En la mayoría de los casos observamos protestas aisladas de reacción a algún homicidio, por ejemplo cuando asesinan a algún transportista que se resiste a un robo.

A pesar de esta situación, es la seguridad ciudadana uno de los pocos puntos que logra cohesionar a distintos sectores sociales para protestar de manera conjunta, llegando a consolidar manifestaciones y grandes paros cívicos en localidades enteras. Vecinos, trabajadores, transportistas, comerciantes y estudiantes se han unido y organizado para exigir sus derechos. Son las únicas protestas donde observamos a muy diferentes sectores de la sociedad, con el ámbito geográfico como único denominador común, protestar en forma conjunta.

Lamentablemente, muchas de estas acciones pacíficas y democráticas son realizadas luego de hechos tan violentos como un asesinato, por ejemplo, el acontecido la semana pasada en Upata, estado Bolívar, que desencadenó un paro cívico en esa ciudad, con una altísima respuesta.

Los paros cívicos demuestran que en Venezuela se viene consolidando una cultura de protesta y que sí hay temas o problemas que aglutinan a la gente, más allá de diferencias ideológicas o de visiones políticas, y la hacen actuar en forma colectiva por sus derechos o en contra, por ejemplo, de la inseguridad.

La unidad y la organización son el motor principal para combatir la apatía ante los numerosos problemas que vivimos y que tanto ha favorecido a quienes dirigen el país desde hace más de 14 años.

El gobierno ante las protestas

Hemos venido comentando en pasados artículos sobre la necesidad de que el gobierno afronte con seriedad y cumpla con los compromisos que tiene por mandato constitucional con los ciudadanos y los que adquiere cuando, tras una protesta o conflicto, se sienta en la mesa de diálogo o negociación.

También hemos señalado anteriormente que el gobierno ha privilegiado, y sigue haciéndolo, la agenda política para mantenerse en el poder, por encima del resto de funciones que son inherentes a una administración pública. Esa es una de las principales causas de las protestas que vemos en nuestras calles: trabajadores, vecinos, damnificados, estudiantes, profesores, etc, protestan día a día en contra de la violencia y la inseguridad personal, contra la falta de agua y servicio eléctrico, por el estado de las vías, por el transporte estudiantil, por el no cumplimiento de promesas gubernamentales en relación al derecho a la vivienda y a la salud, por las condiciones de las cárceles y las demoras procesales, por reivindicaciones laborales o pidiendo el respeto a diferentes derechos constitucionales que consideran son violados o no cumplidos.

Para ello, los funcionarios gubernamentales usan a veces un discurso confrontacional, otras, no reconocen a los interlocutores, hablan con entes paralelos que no gozan de credibilidad ni de sustento legal para representar a quienes protestan, o diseñan costosas campañas publicitarias mostrando sus puntos de vista, casi siempre revestidas de irreales elementos propagandísticos, tratando de invisibilizar los problemas y los conflictos, y tratando de imponer matrices que generalmente distan mucho de la realidad.

Orwell y neolengua en pleno Siglo XXI

El reciente anuncio de la creación de un Viceministerio para la Suprema Felicidad Social, que se hará cargo de varias Misiones, se puede encuadrar dentro de este esquema propagandístico. Llama poderosamente la atención el orwelliano nombre que le han puesto, aunque no es la primera vez que contemplamos, atónitos, el uso de rimbombantes -y engañosos- nombres, por ejemplo, el que recientemente le pusieron al Ministerio del Interior: Ministerio del Poder Popular para Relaciones Interiores, Justicia y Paz. También nos hemos acostumbrado a escuchar llamar “parada programada” a los apagones eléctricos, “enfrentamiento” o “ajustes de cuentas” a centenares de casos de muertes que quedan en la impunidad, etc. La neolengua creada y usada por Orwell en su libro 1984, escrito en 1948, parece agarrar vida en pleno Siglo XXI en Venezuela. Ver para creer, y lo estamos viendo.

@MarcoAPonce y @mlhccs

ConflictoVe Fuente: TalCual, 28 de octubre de 2013, pág 6

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Pueden consultar nuestros anteriores análisis semanales publicados en TalCual:

http://www.conflictove.org.ve/category/conflictos-talcual

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