El gobierno de la calle por @lmesculpi

El gobierno de la calle por @lmesculpi

Confieso que hice un verdadero esfuerzo para evitar escribir esta columna sobre el caso de las narco maletas. También estuve tentado de opinar sobre la decisión de cubrir las vacantes en las cajas de los Bicentenario con personal de la Milicia Bolivariana, pero otros hechos recientes me hicieron cambiar de opinión.

La sola mención de la palabra CALLE pareciera tener un significado mítico, un especial encanto, para el mundo político, tanto del gobierno como la oposición. El oficialismo comenzó proclamando el parlamentarismo de calle, y realizó hace tiempo una que otra sesión de la Asamblea fuera de los salones del Palacio Federal, muy diferentes por cierto a las que en otras épocas hicieron los congresistas del MAS y la Causa R al acompañar las luchas populares y convertirse en sus voceros.

Hay algún sector de la oposición, que sólo valora las acciones de calle de específico contenido político y no le concede toda la importancia a decenas de protestas cotidianas que suceden en el país por los angustiantes problemas que confrontamos.





Ahora el Gobierno dice que es de calle, pero allí está cada vez más ausente, pese a lo reiterativo de tal afirmación. Importantes sectores del oficialismo dudan de su capacidad para enfrentar la grave crisis económica, social, política y ética por la que atravesamos. Puede pasar a ser un gobierno, si es que ya no lo es, en “situación de calle”, de desamparo. Maduro y sus ministros no cesan de atribuirle a las supuestas estratagemas opositoras el fracaso de sus políticas; es así como hablan de conspiraciones y guerras económicas, eléctricas, mediáticas, de desabastecimiento y cualquier otra que se les ocurra.

La realidad del día a día en la Gran Caracas es que por estas calles no existe gobierno y todos los ciudadanos estamos a merced de las tropelías de muchos grupos que están fuera de la ley, y que prácticamente son los que gobiernan nuestras calles, ante la incompetencia o la anuencia, según sea el caso, de las autoridades. Para muestra voy a recordar dos hechos recientes sucedidos en un brevísimo intervalo de tiempo: la batalla campal en Petare sostenida por unos motorizados contra efectivos de la Guardia Nacional, y el horripilante espectáculo del saqueo, realizado también por motorizados, a un camión en la autopista, cuyo chofer estaba agonizante. Éstos y otros protagonizados por variados actores constituyen alarmantes signos de la barbarie que se ha instalado en el país, y deben ser objeto de sincera preocupación, de reflexión profunda sobre principios, ética y sobre la peligrosa degradación que sufrimos como sociedad.

Una atmósfera turbia y sórdida pareciera cubrir nuestra geografía. El desvío de propósitos, de realizaciones y sueños como conglomerado; el crecimiento de la incertidumbre y el desconcierto semejan posesionarse de voluntades. Esto suele suceder en la decadencia, en el ocaso, mas hay señales disímiles; el inconformismo y la rebeldía de siempre nos recorren como corrientes subterráneas, se manifiestan recurrentes y retoman el aliento para erigirse como opción esperanzadora de tiempos distintos. La lucha perseverante y la constancia lo harán posible. Recuperar lo más digno, noble y generoso para relanzar los inmensos potenciales de este pueblo. Es una exigencia militante, un compromiso de vida.