El aprendizaje de las tecnologías comienza con el biberón

El aprendizaje de las tecnologías comienza con el biberón

FOTO DAVID BECKER / GETTY IMAGES NORTH AMERICA / AFP

La tecnología invade ya las cunas de los bebés con productos que tienen como objetivo a niños cada vez más pequeños, y cuyos fabricantes alardean de sus virtudes educativas.

Sophie Estienne/ AFP

El fabricante de juguetes estadounidense Fisher Price mostró en el Salón de Electrónica de Consumo (CES, por sus siglas en inglés), realizado esta semana en Las Vegas (Nevada, oeste de Etados Unidos), un objeto en verde brillante con dos anillos para llevar el puño hacia los dientes. No se trata de un sonajero, sino de un estuche para iPhone, que lo convierte en utilizable para los bebés de seis meses.

“Vemos todo el tiempo a madres que le pasan el aparato a los bebés para que se entretengan”, y Fisher Price se inspiró en ello para fabricar “un instrumento de aprendizaje”, explicó Julia Maher, una responsable de marketing de la marca.

Este objeto le da al teléfono el aspecto de un libro y se utiliza con aplicaciones específicas y descargables. Cuando el bebé abre la primera página, se conecta la lectura de un cuento y puede dar vida al personaje tocando la pantalla táctil del dispositivo.

“A los bebés les gusta pasar páginas”, subraya Maher, “nosotros convertimos eso en interactivo”.

A partir de 18 meses, los niños pasan al iPad, con otro estuche que añade un verdadero juguete a la tableta informática, que puede convertirse en una granja con animales o en el fuerte de un castillo.

Por su parte, el francés Lexibook expuso en el CES una verdadera tableta para niños, colorida y resistente a las caídas, con accesorios como una paleta de pinturas. Edad aconsejada: de 4 a 8 años. “Pero los niños tienen la capacidad para utilizarlo a los 2 años”, indica Robert Manlin, un comercial de la empresa.

El boom de las pantallas táctiles, de uso muy intuitivo, favorece el uso de los aparatos electrónicos por parte de los niños.

Hay quien se preocupa por ellos, como la Asociación Estadounidense de Especialistas en Audición y Lenguaje (ASHA, por sus siglas en inglés), que acudió al salón para hacer campaña sobre los riesgos de la exposición prolongada a sonidos demasiado fuertes, especialmente para los oídos de los más pequeños.

Los fabricantes subrayan que sus productos proporcionan medios de control a los padres, y que corresponde a los adultos que su uso sea responsable.

“Hay niños de cinco años que tienen bates de béisbol, bicicletas, y es peligroso también”, relativiza Manlin.

“No es tan diferente de cuando yo era joven, cuando la gente se preguntaba si los niños veían demasiado la televisión”, estima igualmente Bill Hensley, vicepresidente de la compañía Wanderful, que propone aplicaciones para pantallas táctiles sobre la lectura.

Como en un verdadero libro, a cada página le corresponde un texto y una imagen. Las palabras se iluminan mientras el libro va leyéndolas y el niño puede apretar sobre la que él quiera para volverla a escuchar o sobre los personajes del libro para verles en movimiento.

“La educación es una gran parte de lo que nosotros hacemos”, destaca Hensley. “Esto no sólo ayuda a los niños a aprender a leer, sino también a amar los cuentos” y “es una puerta de entrada a los verdaderos libros”, afirmó.

Lo importante es, sobre todo, que las aplicaciones sean “concebidas correctamente para dejar a los niños que las utilicen”, subrayó Steven Chu, director de explotación de la compañía canadiense ToonBoom, que trabaja con los grande estudios de cine y presentó también en el CES sus aplicaciones descargables que permiten a toda la familia crear animaciones simples sobre una tableta.

Para Chu, “no hay nada malo en desarrollar la creatividad o las capacidades de utilizar internet pronto en la infancia”.

Algunos creen incluso en el uso terapéutico de estas habilidades.

La empresa Interbots presentó así un prototipo que asociaba un peluche-robot que recuerda al maestro Joda de “La Guerra de las Galaxias”, una pantalla táctil y aplicaciones para enseñar a lavarse los dientes o ducharse a los niños autistas ,”un poco más proclives a interactuar con un robot que con sus padres o con un médico”, según su director técnico, Michael Knight.

 

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